Sombrero de copa, bastón de roble con mango de marfil, zapatos relucientes y perfectamente encerados, andar caballeresco, mirada en el horizonte, todo un gentleman. Un personaje ilustre de la ciudad, poseedor de un estilo sobrenatural. Beber de coñac y fumar unos puros recién llegados desde La Habana son sus vicios. Controvertido, elegante y con hábitos loables, Dom Perignon camina por la acera con una marcha impecable como quien pisa el suelo de su señorío presto para hacer una labor honorable. A través de su monóculo observa el mundo que lo admira en silencio. Remite indubitablemente a cualquier retrato de un burgués del 1900.
Llegó a destino, el mayordomo recibió su abrigo, bastón y sobrero. Con cara inmutable miró a su alrededor y con expresión de desdén dio a entender su parecer al respecto de ese salón. Lo condujeron por pasillos largos, oscuros y con tapizados derruidos hasta alcanzar el umbral de la habitación. Entró mientras se sacaba los guantes blancos y la puerta se cerró detrás de él.
Sus actividades son oscuras y desconocidas por la plebe. Se mantienen en secreto y nunca hace comentarios al respecto, guarda fielmente su secreto profesional. Detrás de la puerta solo se escucha el silencio. Ni siquiera el chillar de los maderos debajo de sus pies, sus palabras son discretas y puntuales, sigilo absoluto. Pareciera que el misterio mismo vive en él, conviven en una simbiosis que asegura su mutua supervivencia.
La premisa estaba entregada. Minutos más tarde estaba en la calle camino a su casa. Al arribar lo recibió su dogo alemán, como de costumbre lo esperaba en la puerta, colgó sus atuendos y se dirigió al estudio. Se sentó en su escritorio, encendió un puro mientras preparaba un scotch con hielo y se puso a planear la resolución de la tarea encomendada. Sin duda un plan muy brillante.
Llegó a destino, el mayordomo recibió su abrigo, bastón y sobrero. Con cara inmutable miró a su alrededor y con expresión de desdén dio a entender su parecer al respecto de ese salón. Lo condujeron por pasillos largos, oscuros y con tapizados derruidos hasta alcanzar el umbral de la habitación. Entró mientras se sacaba los guantes blancos y la puerta se cerró detrás de él.
Sus actividades son oscuras y desconocidas por la plebe. Se mantienen en secreto y nunca hace comentarios al respecto, guarda fielmente su secreto profesional. Detrás de la puerta solo se escucha el silencio. Ni siquiera el chillar de los maderos debajo de sus pies, sus palabras son discretas y puntuales, sigilo absoluto. Pareciera que el misterio mismo vive en él, conviven en una simbiosis que asegura su mutua supervivencia.
La premisa estaba entregada. Minutos más tarde estaba en la calle camino a su casa. Al arribar lo recibió su dogo alemán, como de costumbre lo esperaba en la puerta, colgó sus atuendos y se dirigió al estudio. Se sentó en su escritorio, encendió un puro mientras preparaba un scotch con hielo y se puso a planear la resolución de la tarea encomendada. Sin duda un plan muy brillante.
2 comentarios:
Quizá él sabe acerca del mundo emboltido
PROBABLEMENTE!! EJEJEJ muy bueno!!!!!
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