07 mayo 2007

La luz de la ciudad me llega desde la oscuridad de la noche a través del vidrio sucio y rayado. Así como viene, se va a toda velocidad. El estruendo de la serpiente de hierro me estalla en los oídos. El piso hostilmente duro, cubierto de polvo traído por miles de zapatos, es el único apoyo que encuentro. El tren frena en la estación y hace su intercambio de desconocidos con el andén. Estos circulan con total comodidad vigilando sus relojes y pertenencias.
Yo, en mi mundo, solamente pienso en ese rincón entre los árboles, en medio del bosque, con el río y tu respiración como único sonidos de fondo, en el que fuimos felices.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Andá a vivir al campo y dejate de hinchar los huevos.
Es bueno verte postear.

Mateo dijo...

Volviste. Que se cuenta Ariel?

Socram dijo...

Volví a emerger.
Ariel se cuenta las escamas. Todos los días el conteo le da distinto.

Mateo dijo...

Estupidos peces.

Socram dijo...

Estúpidos y bellos

Unknown dijo...

mis peces se mueren!

recuerdos...