Una puerta, un portal. La eternidad del espacio vacío. Las estrellas de fondo. Una fila de almas cuyo inicio se pierde en la nada dirigiéndose a ella para atravesarla. Del otro lado dos destinos muy opuestos las aguardan, destinos funestos.
Si vemos del lado de la entrada podemos ver que sobre el marco vigila un ser majestuoso, que una a una mira las esencias de estas almas antes de que entren. No hace ningún gesto, solo mira como pasan cerciorándose de que todo suceda según el plan. A su derecha un reloj de arena que no corre y del otro una espada filosa puesta en su mano, lista para actuar.
Del lado de la salida las almas siguen el camino, derecho hacia la bola de luz más blanca que jamás haya visto. Cada vez que una llega la bola destella y se ilumina aún más, creciendo y abarcando más espacio. Sin embargo no todas llegan. Muchas, la mayoría, en medio del camino sufren algo inaguantable. A medida que caminan se hacen polvo y como sopladas por un viento atroz se derrumban, a una bola tan oscura y vacía que la visión se nubla y da vértigo. Cuando sus restos llegan a ella salpican oscuridad y se oyen gritos desgarradores desde dentro. La bola se alimenta con estos caídos, crece y toma un volumen asqueroso, inaguantable, que se come la existencia del espacio y la luz de las estrellas.
Hace tiempo que no veo un alma llegar a la luz, todas se desploman hacia la oscuridad, perdiendo su identidad en la nada de forma abominable. Intento figurarme qué es lo que atraviesan en ese portal, qué es lo que las marca para ser devoradas o ser parte de la luz. Me acerco para asomarme y ver el interior de la puerta. Cuando estoy en el borde, de un súbito golpe, desde arriba de la puerta, el vigía me empuja hacia adentro. Mientras intento no caer veo cómo las estrellas se alejan y mis ojos ven la oscuridad.
Logro abrir los ojos y me descubro en este mundo.
Si vemos del lado de la entrada podemos ver que sobre el marco vigila un ser majestuoso, que una a una mira las esencias de estas almas antes de que entren. No hace ningún gesto, solo mira como pasan cerciorándose de que todo suceda según el plan. A su derecha un reloj de arena que no corre y del otro una espada filosa puesta en su mano, lista para actuar.
Del lado de la salida las almas siguen el camino, derecho hacia la bola de luz más blanca que jamás haya visto. Cada vez que una llega la bola destella y se ilumina aún más, creciendo y abarcando más espacio. Sin embargo no todas llegan. Muchas, la mayoría, en medio del camino sufren algo inaguantable. A medida que caminan se hacen polvo y como sopladas por un viento atroz se derrumban, a una bola tan oscura y vacía que la visión se nubla y da vértigo. Cuando sus restos llegan a ella salpican oscuridad y se oyen gritos desgarradores desde dentro. La bola se alimenta con estos caídos, crece y toma un volumen asqueroso, inaguantable, que se come la existencia del espacio y la luz de las estrellas.
Hace tiempo que no veo un alma llegar a la luz, todas se desploman hacia la oscuridad, perdiendo su identidad en la nada de forma abominable. Intento figurarme qué es lo que atraviesan en ese portal, qué es lo que las marca para ser devoradas o ser parte de la luz. Me acerco para asomarme y ver el interior de la puerta. Cuando estoy en el borde, de un súbito golpe, desde arriba de la puerta, el vigía me empuja hacia adentro. Mientras intento no caer veo cómo las estrellas se alejan y mis ojos ven la oscuridad.
Logro abrir los ojos y me descubro en este mundo.
6 comentarios:
Me gusta el adjetivo asqueroso aplicado a "volumen".
...Volumen asqueroso...
...Volumen asqueroso...
cierciorándose es una mala palabra.
maleducado.
no entendí eso
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