28 octubre 2006

Sentado en un banco de pintura verde descascarada en la plaza, con la boina cubriendo su escueta cabellera, un típico jubilado, reparte semillas por las baldosas resquebrajadas. Su cara denota monotonía y falta de emociones fuertes. A su alrededor un batallón de palomas patrulla la zona observando cada uno de sus movimientos girando sus cabezas de un lado para el otro, cambiando de perfil constantemente, atacando las dádivas que el hombre reparte por el suelo. Esa es la imagen que se repite todos los días en la plaza que de la esquina de casa, en Chiclana y Rivadavia. Este ritual, llegué a descubrir, causa de eventos poco creíbles para los simples mortales, no es fortuito. La vida es lo que uno hace de ella, y nadie puede escapar de sus culpas. Este ejemplo es clarísimo.
Un día me atreví a acercarme a este hombre. Le pregunté cómo andaba y mirando de reojo a las palomas pareció amagar unas palabras pero no se atrevió. Le pregunté por su nombre y me respondió una serie de números: 6240. No se animó a decir nada más. Solo se dedicó a su tarea de esparcir migajas de pan por la plaza seguido por una comitiva de palomas sucias, maltrechas y deformes. Yo pensando en su locura no pregunté más y seguí camino a la estación.
Al tiempo lo deduje todo: el hombre está ahí atrapado, está condenado a cadena perpetua y a trabajo comunitario por un crimen de hace años, de cuando él era nuevo e inexperimentado. La condena que pesa sobre su cabeza fue impuesta por una comunidad extraña a la que conocemos. Es una en la que sus participantes no visten ropas, ni poseen manos, ni hablan como nosotros. Es una comunidad desconocida, disimulada por medio de la simulación de nula inteligencia.
Su crimen fue bajar inocentemente un par de “ellos” con su nuevo rifle de aire comprimido, regalo de cumpleaños del tío, cuando niño. No imaginaba lo que le iba a suceder, ni la condena que iba a sufrir. No fue capaz de escapar de la justicia que rige sobre toda la naturaleza, no pudo ocultar su crimen, su coartada no era buena. Una corte de palomas, más testigos de los hechos, lo condenaron.
Su casa está constantemente custodiada por cientos de palomas. Cualquier paso en falso y es atacado a picotazos por las fuerzas armadas plumíferas. Es una forma difícil de respetar la vida animal, pero que puede pasar. Que no los agarren “in fraganti” porque son boletas…

5 comentarios:

breton dijo...

Magistral.
Aguante Hitchcock.
Aguante vos y tu hermana.

Socram dijo...

Ojo con mi hna... el día que nazca, si lo hace, te mato.

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Sí, por "Los pájaros", también pensé en el gran gordo.

Sólo que sto es tuyo, la idea es tuya, es diferente y eso es lo mejor.


que sigaen los rizomas y los viajes.


salutes.

Mateo dijo...

El numero es la cantidad de dias de castigo que lleva?

Socram dijo...

no... serian solo 17,09589041958 años aprox.